Debido a la elevada capacidad del sistema radicular del
girasol para extraer nutrientes, este no es muy exigente en cuanto a abonado.
Las dosis de abono se ajustarán en función de los elementos nutritivos del
suelo y del régimen de precipitaciones y de riegos.
La absorción de nutrientes se concentra en los primeros estadios de desarrollo
de la planta.
Es un cultivo muy sensible a la toxicidad por aluminio, dificultando su
desarrollo radicular y como consecuencia en la parte aérea aparecen síntomas de
estrés hídrico o carencia de otros nutrientes como fósforo o magnesio.
-Nitrógeno.
El déficit de nitrógeno es una de las causas del descenso de los rendimientos
en el cultivo del girasol.
Es un elemento necesario para el crecimiento, diferenciación y desarrollo de
sus órganos.
Una dosis de 80-100 kg/ha contribuye a aumentar la producción en un
15-20%.
El síntoma de su deficiencia es una clorosis general en cualquier fase de su
desarrollo, afectando de igual modo a hojas tanto jóvenes como viejas.
El exceso de nitrógeno reduce de forma sustancial el aceite de la semilla, pero
sin embargo incrementa el contenido en proteínas.
-Fósforo
Durante la floración las necesidades de fósforo son máximas, además su aporte
no disminuye el contenido de aceite de las semillas.
El déficit de fósforo repercute directamente tanto en las primeras fases de
desarrollo del cultivo como en la formación y llenado de los aquenios.
Los síntomas de deficiencia se manifiestan por una reducción del crecimiento y
necrosis en las hojas más bajas.
La fertilización con superfosfato se aplicará en otoño con dosis de 40-80
kg/ha.
-Potasio.
El girasol es una planta que consume elevadas cantidades de potasio, sobre todo
antes de la floración.
Como dosis orientativa se recomienda aplicar 1oo kg/ha de potasio (k20)
El potasio actúa como regulador en la asimilación, transformación y equilibrio
interno de la planta, contribuyendo de forma activa a su resistencia frente a
la sequía.
Los síntomas de carencia se presentan a en las hojas más bajas, mostrando un
color amarillo con manchas necróticas.
-Boro.
Este micronutriente es esencial para la división celular de los ápices
radiculares, por tanto su deficiencia afecta al desarrollo de las raíces.
Los síntomas de deficiencia aparecen en la época de floración, ya que el
capítulo se deforma y las hojas superiores se vuelven quebradizas, malformadas
y necróticas con un color bronceado.
Se aplicará boro a razón de 0.5-1 kg en 200 litros de agua por hectárea con un
tratamiento foliar.
-Molibdeno.
La carencia de molibdeno aparece en los primeros estadios de desarrollo,
mostrando las hojas más viejas una clorosis con una apariencia abarquillada.
Se recomiendan aplicaciones foliares de 50 g de molibdato sódico en 100 litros
de agua.
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